tienen los
materiales de recobrar la forma originaria luego de haber sido deformados
por una fuerza externa.
"[...] y se la entiende como la capacidad del ser humano para hacer frente a
las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por
ellas" (Edith Grotberg, 1998).
El enfoque de las resiliencias permite pensar que, a pesar de las
adversidades sufridas por una persona, una familia, una comunidad, éstas
tienen potenciales capacidades para desarrollarse y alcanzar niveles
aceptables de salud y bienestar. Estas capacidades permiten tolerar, manejar
y aliviar las consecuencias psicológicas, fisiológicas, conductuales y
sociales provenientes de experiencias traumáticas. No todas las personas
sometidas a situaciones de riesgo sufren enfermedades o padecimientos de
diverso tipo, sino, por el contrario, hay quienes las superan.
La resiliencia se construirá en los actores del proceso mientras aporta a la
difusión, concentrando esfuerzos en trabajar sobre la dimensión intencional.
La teoría de la resiliencia incluye dos componentes: la idea de la
luminosidad y la
idea de la diversidad.
La resiliencia se construye a partir de las fortalezas y las potencialidades
para el
desarrollo del ser humano, por eso se habla de luminosidad, de lo mejor que
cada
uno tiene desde su rol de individuo social, de educador y educando, de
integrante
de una familia, de componente de un sistema laboral.
La idea de diversidad está presente en las diferencias en la reacción del
individuo
ante circunstancias adversas, generadoras de estrés: cada persona reacciona
ante estímulos externos de maneras diversas, con desequilibrios permanentes,
con desestabilizaciones transitorias, con adaptaciones exitosas al nuevo
estado.
Cada día más personas consideran la resiliencia como una característica de
la salud mental.
"Lo que aporta el concepto de resiliencia es una mayor comprensión y
conocimiento empírico de los factores que protegen al sujeto de los efectos
de las malas condiciones del ambiente humano y social que lo rodean. Permite
el diseño de métodos prácticos de promoción de dichos factores, para
asegurar un desarrollo favorable."
El nuevo concepto: en el marco de investigaciones de epidemiología social se
observó que no todas las personas sometidas a situaciones de riesgo sufrían
enfermedades o padecimientos de algún tipo, sino que, por el contrario,
había quienes superaban la situación y hasta surgían fortalecidos de ella. A
este fenómeno se lo denomina en la actualidad resiliencia.
El trabajo que dio origen a este nuevo concepto fue el de E. E. Werner
(1992), quien estudió la influencia de los factores de riesgo, los que se
presentan cuando los procesos del modo de vida, de trabajo, de la vida de
consumo cotidiano, de relaciones políticas, culturales y ecológicas, se
caracterizan por una profunda inequidad y discriminación social, inequidad
de género e inequidad etnocultural que generan formas de remuneración
injustas con su consecuencia: la pobreza, una vida plagada de estresores,
sobrecargas físicas, exposición a peligros (más que "factores de riesgo"
deberíamos considerarlos procesos destructivos [Breilh, 2003] que
caracterizan a determinados modos de funcionamiento social o de grupos
humanos). Werner siguió durante más de treinta años, hasta su vida adulta, a
más de 500 niños nacidos en medio de la pobreza en la isla de Kauai. Todos
pasaron penurias, pero una tercera parte sufrió además experiencias de
estrés y/o fue criado por familias disfuncionales por peleas, divorcio con
ausencia del padre, alcoholismo o enfermedades mentales. Muchos presentaron
patologías físicas, psicológicas y sociales, como desde el punto de vista de
los factores de riesgo se esperaba. Pero ocurrió que muchos lograron un
desarrollo sano y positivo: estos sujetos fueron definidos como resilientes.
Como siempre que hay un cambio científico importante, se formuló una nueva
pregunta que funda un nuevo paradigma: ¿por qué no se enferman los que no se
enferman?
Primero se pensó en cuestiones genéticas ("niños invulnerables" se los
llamó), pero la misma investigadora miró en la dirección adecuada. Se anotó
que todos los sujetos que resultaron resilientes tenían, por lo menos, una
persona (familiar o no) que los aceptó en forma incondicional,
independientemente de su temperamento, su aspecto físico o su inteligencia.
Necesitaban contar con alguien y, al mismo tiempo, sentir que sus esfuerzos,
su competencia y su autovaloración eran reconocidas y fomentadas, y lo
tuvieron. Eso hizo la diferencia. Werner dice que todos los estudios
realizados en el mundo acerca de los niños desgraciados, comprobaron que la
influencia más positiva para ellos es una relación cariñosa y estrecha con
un adulto significativo. O sea que la aparición o no de esta capacidad en
los sujetos depende de la interacción de la persona y su entorno humano.
Pilares de la resiliencia: a partir de esta constatación se trató de buscar
los factores que resultan protectores para los seres humanos, más allá de
los efectos negativos de la adversidad, tratando de estimularlos una vez que
fueran detectados.
Así se describieron los siguientes:
Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del
cuidado afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto
significativo, "suficientemente" bueno y capaz de dar una respuesta
sensible.
Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta
honesta. Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir
del reconocimiento del otro. De allí la posibilidad de captación de los
jóvenes por grupos de adictos o delincuentes, con el fin de obtener ese
reconocimiento.
Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el
medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física
sin caer en el aislamiento. Depende del principio de realidad que permite
juzgar una situación con prescindencia de los deseos del sujeto. Los casos
de abusos ponen en juego esta capacidad.
Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e
intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto
con la actitud de brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente
alta producen aislamiento: si es baja por autoexclusión vergonzante y si es
demasiado alta puede generar rechazo por la soberbia que se supone.
Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas
progresivamente más exigentes.
Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite ahorrarse
sentimientos negativos aunque sea transitoriamente y soportar situaciones
adversas.
Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del
caos y el desorden. Fruto de la capacidad de reflexión, se desarrolla a
partir del juego en la infancia.
Moralidad. Entendida ésta como la consecuencia para extender el deseo
personal de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse
con valores. Es la base del buen trato hacia los otros.
Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, fruto de las
combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las
causas y responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la
sociedad en su conjunto la adversidad que se enfrenta. Y se propone modos de
enfrentarlas y cambiarlas.
¿Cómo se desarrolla la resiliencia? Resiliencia y psicoanálisis: si decimos
que un pilar de la resiliencia es la autoestima y sabemos que ésta se
desarrolla a partir del amor y el reconocimiento del bebé por parte de su
madre y su padre, es en ese vínculo que empieza a generarse un espacio
constructor de resiliencia en el sujeto. Por supuesto que pueden ocurrir
distintos procesos, más o menos favorables, que van trazando diferentes
destinos.
Este primer pilar de la resiliencia está en la base del desarrollo de todos
los otros: creatividad, independencia, introspección, iniciativa, capacidad
de relacionarse, humor y moralidad.
Luego describimos una suerte de síntesis superior de todos ellos en la
capacidad de pensamiento crítico, que representa algo así como un retorno
del sujeto singular a la trama social en que vive, lo lleva a constituir
grupos con una identidad determinada, que al comienzo puede ser de oposición
para luego transformarse en hegemónica.
Boris Cyrulnik (2001) ha realizado aportes sustantivos sobre las formas en
que la adversidad hiere al sujeto, provocando el estrés que generará algún
tipo de enfermedad y padecimiento. En el caso favorable, el sujeto producirá
una reacción resiliente que le permite superar la adversidad. Su concepto de
"oxímoron"
(Combinación en una misma estructura sintáctica de dos palabras o
expresiones de significado opuesto, que originan un nuevo sentido; p. ej.,
un silencio atronador), que describe la escisión del sujeto herido por el
trauma, permite avanzar aún más en la comprensión del proceso de
construcción de la resiliencia. A diferencia de los mecanismos de defensa,
este proceso apunta a la realización de las posibilidades del sujeto en
orden a superar los efectos del padecimiento. "El oxímoron revela el
contraste de aquel que, al recibir un gran golpe, se adapta dividiéndose. La
parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce necrosis,
mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más secreta, reúne,
con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco
de felicidad y sentido a la vida"(Cyrulnik, 2001).
Por eso, si bien hay autores que han traducido resiliencia como
"elasticidad", en nuestro actual concepto nada de eso se mantiene; la
resiliencia no supone nunca un retorno ad integrum a un estado anterior a la
ocurrencia del trauma o la situación de adversidad: ya nada es lo mismo.
La escisión del yo no se sutura, permanece en el sujeto compensada por los
recursos yoicos que se enuncian como pilares de la resiliencia. Con algo de
todo eso, más el soporte de otros humanos que otorgan un apoyo
indispensable, la posibilidad de resiliencia se asegura y el sujeto continúa
su vida.
La resiliencia se teje: no hay que buscarla sólo en la interioridad de la
persona ni en su entorno, sino entre los dos, porque anuda constantemente un
proceso íntimo con el entorno social. Esto elimina la noción de fuerza o
debilidad del individuo; por eso en la literatura sobre resiliencia se dejó
de hablar de niños invulnerables. Tiene contactos con la noción de
apuntalamiento de la pulsión. Como dice Freud (1929) "[...] la libido sigue
los caminos de las necesidades narcisistas y se adhiere a los objetos que
aseguran su satisfacción". La madre, que es la primera suministradora de
satisfacción de las necesidades del niño, es el primer objeto de amor y
también de protección frente a los peligros externos; modera la angustia,
que es la reacción inicial frente a la adversidad traumática, en grado o
medida aún mínima. Va constituyendo un sustrato de seguridad, una relación
de apego seguro, derivado de una base emocional equilibrada, posibilitada
por un marco familiar y social estables. Son los padres o cuidadores
sustitutos, como mediadores con el medio social, los que ayudan a su
constitución a través de una acción neutralizadora de los estímulos
amenazantes. Si bien esta condición inicial del sujeto sigue existiendo toda
la vida, siempre será fundamental un otro humano para superar las
adversidades mediante el desarrollo de las fortalezas que constituyen la
resiliencia.
En síntesis, el proceso de apuntalamiento de la pulsión lleva al otro humano
y evita el atrapamiento en el mortífero solipsismo narcisista. La
autoestima, con la ayuda y la mirada de los demás, puede ser reorganizada y
reelaborada por medio de nuevas representaciones, acciones, compromisos o
relatos.
Un tercer modo es la familiarización con el peligro para poder superarlo en
forma contrafóbica. Para el psicoanálisis serían mecanismos más propios de
la cura que de la enfermedad; desde el punto de vista de la resiliencia
constituyen la posibilidad de una continuidad de la vida en aceptables
condiciones de salud mental.
Freud afirmaba que el largo camino del psicoanálisis se debía a lo difícil
que puede ser cambiar las circunstancias del sujeto. Si esto fuera posible,
se podría ahorrar tan prolongado esfuerzo. Pues bien, el desarrollo de la
resiliencia requiere justamente un cambio en las circunstancias del sujeto
si se le permite contar con el auxilio de un otro humano que genera y/o
estimula las fortalezas de su yo, favoreciendo sus defensas y capacidad de
sublimación. Si el mundo externo produjo una implosión traumática en el
sujeto, el auxilio exterior de un otro puede restituir la capacidad de
recuperar el curso de su existencia. La resiliencia representa el lado
positivo de la salud mental.
Resiliencias relacionales: familiar y grupal: Froma Walsh (1998) "[...]
propone una concepción sistémica de la resiliencia, enmarcada en un contexto
ecológico y evolutivo, y presenta el concepto de resiliencia familiar
atendiendo a los procesos interactivos que fortalecen con el transcurso del
tiempo tanto al individuo como a la familia [...] La resiliencia relacional
puede seguir muchos caminos, variando a fin de amoldarse a las diversas
formas, recursos y limitaciones de las familias [y los grupos] y a los
desafíos psicosociales que se les plantean". En este sentido se pueden
señalar: reconocer los problemas y limitaciones que hay que enfrentar;
comunicar abierta y claramente acerca de ellos; registrar los recursos
personales y colectivos existentes y organizar y reorganizar las estrategias
y metodologías tantas veces como sea necesario, revisando y evaluando los
logros y las pérdidas.
Para esto es necesario que, en las relaciones entre los componentes del
grupo familiar, se produzcan las siguientes prácticas: actitudes
demostrativas de apoyos emocionales (relaciones de confirmación y confianza
en la competencia de los protagonistas); conversaciones en las que se
compartan lógicas (por ejemplo, acuerdos sobre premios y castigos) y
conversaciones donde se construyan significados compartidos acerca de la
vida, o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un
sentido dignificador para sus protagonistas.
En síntesis, los elementos básicos de la resiliencia familiar serían:
cohesión, que no descarte la flexibilidad; comunicación franca entre los
miembros de la familia; reafirmación de un sistema de creencias comunes, y
resolución de problemas a partir de las anteriores premisas.
Resiliencia comunitaria: se trata de una concepción latinoamericana
desarrollada teóricamente por E. Néstor Suárez Ojeda (2001), a partir de
observar que cada desastre o calamidad que sufre una comunidad, que produce
dolor y pérdida de vidas y recursos, muchas veces genera un efecto
movilizador de las capacidades solidarias que permiten reparar los daños y
seguir adelante. Eso permitió establecer los pilares de la resiliencia
comunitaria: autoestima colectiva, que involucra la satisfacción por la
pertenencia a la propia comunidad; identidad cultural, constituida por el
proceso interactivo que a lo largo del desarrollo implica la incorporación
de costumbres, valores, giros idiomáticos, danzas, canciones, etcétera,
proporcionando la sensación de pertenencia; humor social, consistente en la
capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia para poder
superarla; honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que
desgasta los vínculos sociales; solidaridad, fruto de un lazo social sólido
que resume los otros pilares.
Resiliencia y educación: la cuestión de la educación se vuelve central en
cuanto a la posibilidad de fomentar la resiliencia de los niños y los
adolescentes, para que puedan enfrentar su crecimiento e inserción social
del modo más favorable (Melillo, Rubbo y Morato, 2004).
Lamentablemente, en las escuelas (como ocurre también en salud)
habitualmente se pone el mayor empeño en detectar los problemas, déficit,
falencias, en fin, patología, en lugar de buscar y desarrollar virtudes y
fortalezas. Por eso y para empezar, una actitud constructora de resiliencia
en la escuela implica buscar todo indicio previo de resiliencia, rastreando
las ocasiones en las que tanto docentes como alumnos sortearon, superaron,
sobrellevaron o vencieron la adversidad que enfrentaban y con qué medios lo
hicieron.
El Informe Delors de la UNESCO de 1996 especificó como elementos
imprescindibles de una política educativa de calidad, la necesidad de que
ésta abarque cuatro aspectos: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender
a convivir con los demás y aprender a ser. Los dos primeros aspectos son los
que se enfatizan tradicionalmente y se trata de medir para justificar
resultados. Los dos últimos son los que hacen a la integración social y a la
construcción de ciudadanía. Para el desarrollo de los últimos (y también de
los primeros) sirven los programas que promueven la resiliencia en las
escuelas.
En Educación es posible hablar de resiliencia para trabajar factores
externos
percibidos como amenazas o riesgos por los sujetos que participan en la
acción
educativa y usar la experiencia para construir aprendizajes.
Ej. De la inclusión de resiliencia como herramienta en la Universidad
En el marco del V Coloquio Internacional sobre Gestión Universitaria en
América de Sur, se presenta el siguiente proyecto:
RESILIENCIA COMO HERRAMIENTA PARA LA IMPLEMENTACIÓN DE LA
CARRERA DOCENTE EN LA UNIVERSIDAD TECNOLOGICA NACIONAL
La aplicación de Resiliencia en el ámbito universitario es importante para
lograr
establecer vínculos prosociales positivos, reafirmar los valores y evitar el
aislamiento, estimular conductas solidarias y cooperativas.
Este proyecto de resiliencia permitirá la sustentabilidad del sistema de
permanencia de los docentes en la Universidad Tecnológica Nacional, ya que
los
profesores trabajarán sobre sus características resilientes, reduciendo la
posibilidad de asumir actitudes negativas cuando se sientan amenazados.
Los principios de Diálogos Apreciativos son:
1. Principio construccionista: La imagen positiva conduce a la acción
positiva.
Albert Einstein decía que "El mundo que hemos construido es el resultado del
nivel de pensamiento que hemos tenido, y en él hemos creado problemas que
no pueden ser resueltos con el mismo nivel de pensamiento con el que los
creamos"
2. Principio poético o de libro abierto: Apreciar empieza por encontrar,
mediante
el diálogo, las historias de éxito de la organización. Enfocarlas y
compartirlas
en el diálogo produce flujos de energía humana, constructiva y creativa. Las
historias de éxito son metáforas generativas de lo nuevo, de la posibilidad
totalmente abierta al futuro.
3. Principio de simultaneidad: En el mismo instante en que se forma la
imagen del
futuro preferido en la mente de las personas, ese futuro comienza a existir
y a
tener consecuencias en el mundo.
4. Principio anticipatorio: Si quiero conocer cómo será esta organización
mañana,
debo explorar el lenguaje que utiliza hoy. Lo que será el futuro está
implícitamente contenido en las imágenes de la realidad que las personas se
forman hoy mismo.
5. Principio positivo: El lenguaje cotidiano y científico está fuertemente
sesgado
hacia lo negativo. Es necesario generar imágenes positivas que conduzcan a
la
acción positiva de la organización
El soporte teórico de esta técnica es el construccionismo social, que
postula que
los lenguajes que utilizamos no sólo describen la realidad sino que la
crean.
"ser resiliente no significa recuperarse en el sentido estricto de la
palabra,
sino crecer hacia algo nuevo..."
Vanistendael y Lecomte (2002)